miércoles, 30 de enero de 2008

CUESTIÓN DE TAMAÑOS. Las tres dimensiones...

Ocurre que cuando voy a enfrentarme a una nueva escultura, surge en mí la cuestión del tamaño. Si estoy realizando una pieza grande, me la imagino pequeña, o mediana, y viceversa. El tamaño, en la percepción, es importante, y no es lo mismo una obra de cuarenta o cincuenta centímetros, que de cuatro o cinco metros, y aun siendo la misma, el diálogo es distinto. A mí en particular, me gustan tres tamaños: pequeño, es decir, por debajo de la medida humana, de la medida humana, y por encima de ella.
La pequeña me permite adentrarme en la pieza, puedo atender más los pequeños detalles, la observo desde fuera, tengo que acercarme a ella para examinar todas sus peculiaridades. Siempre recordaré unos líquenes embudados, con forma de trompeta vertical. Me gustaba mucho -y me gusta- contemplar las colonias de líquenes, su variedad, sus diferentes colores, y el aspecto de bosque en miniatura que ofrecen cuando están mezclados. Un día recogí una muestra de todos ellos para estudiarlos en casa; me agencié una lupa binocular y ante mí se abrió un paisaje desconocido y absolutamente fascinante, donde aparecían numerosos detalles que se escapan a simple vista, hasta tal punto que descubrí que esos líquenes embudados estaban habitados por animales minúsculos. Este punto de vista me resulta muy íntimo y me ayuda al deleite de las piezas con otra mirada.
El tamaño humano proporciona una mirada de tú a tú, se integra en una proporción más habitual, más cercana o cotidiana; se puede abarcar con los brazos o con la vista, suple a una persona en cuanto que ocupa un espacio similar, nos permite rodearla a corta distancia, apreciando sus características sin tener que esforzarnos por encontrarlas, no hay una búsqueda como la que impone el formato pequeño. Quizás sea el tamaño que invite menos a la contemplación, tal vez por lo habitual de esa proporción .
En la dimensión mayor que la medida humana, el objeto se escapa de su propio papel y alcanza la categoría de monumental. Se presenta ante los ojos del espectador como algo sublime, simbólico, siendo necesario observarlo desde una cierta distancia pues si nos acercamos demasiado, solo podremos ver un detalle parcial que a veces no nos proporciona ninguna información nueva. Es el tamaño para la contemplación algo lejana y nos facilita un todo, una imagen global.
Disfruto observando la Luna, en especial la Luna llena. Puedo pasarme largos ratos mirándola. Me gusta, sobre todo, el momento en que se encarama sobre el horizonte, por su color y su tamaño, cambiantes según la época del año. Es una mirada contemplativa, que saborea la imagen, que acoge no solo la visión de este satélite, sino también su encuadre, en este caso entre las montañas, o jugando al escondite con las nubes. Cuando quiero escrutarla, ver sus detalles, su espectacular relieve, entonces cojo el telescopio y me paseo por sus cordilleras vacías o por sus generosos cráteres.
Estas distintas miradas resumen la forma en que miro las esculturas que realizo; no son opuestas, sino complementarias y me permiten integrarlas para generar una sensación más completa de las piezas.

martes, 29 de enero de 2008






A PROPÓSITO DE LA MEMORIA HISTÓRICA......






Encuentro muy acertado tratar de poner las cosas en su sitio y dar la importancia y dignidad que se merecen todas aquellas personas que por diversas circunstancias han pasado en el anonimato durante muchos años, reposando sus cuerpos a la vera de un camino, o a los pies de la tapia de un cementerio.....




Hace unos días comenzaron el derribo de una vieja casa del pueblo, una casa antigua, típica de esta zona de montaña; en sus escombros podía leerse una historia, la de una familia humilde de esta localidad; una cuna vieja, que probablemente fuera la cuna de toda una generación, si no de dos, aparecía, semienterrada, rota no por el paso del tiempo, sino por el peso de los escombros; útiles y aperos de otro tipo de vida, vasijas y cacharros de barro, que algún día prepararon mas de un cocido.Se puede percibir claramente la distribución de las habitaciones , la cocina resaltaba especialmente por un chorro de hollín grabado en la pared del hogar a fuerza de fuego y tiempo así como por los azulejos blancos tradicionales que adornaban los alrededores de la chimenea.



El patio, pequeño,recoleto ,orientado al sur, se encontraba lleno de cascotes , maderas, tejas etc,entre la maraña de vigas y demás maderas, surgía de vez en cuando una madera con ciertos trabajos: agujeros, incisiones, clavos alineados etc...; una había servido como bisagra de la puerta del corral , otra había sujetado colgando año tras año el producto de las matanzas porcunas , la tabla de aplanar los filetes , las trabas de madera para el ganado , las aspas de hacer leña.....las más habían formado parte de la techumbre:durmientes, vigas, pilares , cerchas, o tablones planos que habían servido de tarima para el suelo; era en estas maderas, donde más se apreciaba la procedencia de tal material, ya que en las vigas y demás elementos todavía se percibía con nitidez la corteza del árbol al que habían pertenecido, normalmente abedules y olmos ("negrillos" de los que ya apenas existen) y en menor medida de pino. También podían verse los dibujos fascinantes que producen los xilófagos en los troncos, en definitiva para una persona como yo que vive tan de cerca este material, una mina por un lado, una profunda admiración por otro, y una fuerte decepción por la demolición de una de las pocas casas tradicionales que quedan en el pueblo además de comprobar la falta absoluta de respeto hacia estos materiales.



Pasé a la mañana siguiente para ver si podia rescatar algo de material para mis trabajos, una pala excabadora ultimaba junto a un camión la retirada de los escombros,en solo unas horas lo que durante muchos años fue un nido de vida paso a ser un solar valdio, sin rastros de ningun tipo de vida, todas las piedras trabajadas, todas las maderas cuidadosamente escogidasy elaboradas para una función determinada, todos los útiles, recipientes, enseres, que acumulaban tiempo en su interior, historia, historias cotidianas, todo , absolutamente todo, sin distinción sin el menor escrupulo ,había acabado en el vertedero ; tan solo permanecía en pie, apoyado en el muro del nuevo edificio contiguo, un palo de unos tres metros con las muescas inequivocas de su anterior servicio, era una zanca de esas escaleras que se utilizaba para subir al desvan. Pregunté al maquinista si estaba separada para algo, me dijo que no, que iria al vertedero con lo que quedaba; le pregunte si podria llevarmela, me giño el ojo y apostillo con una cierta sonrisa malevola: !que!, para hacer un poco de leña ¿no?, si , le dije y cogi la pieza y me marche; aun me quedaba otro trabajo, ir al vertedero y desenterrar un poco de historia.