Uno de los epígrafes que aportan las cartelas explicativas de una escultura es el título. Aunque parezca sencillo, dar nombre a un objeto, en muchas ocasiones resulta una complicación, pues hay trabajos que son innombrables, por su naturaleza , por su finalidad y por muchas otras razones; a veces, -la mayor parte de ellas- resulta ser simplemente un nombre mediante el cual el autor tiene controlada mas o menos la pieza, ya que otorgar la nomenclatura S/T (sin título), dificulta la catalogación de la obra. En otras ocasiones, el título hace alusión a una idea, persona o motivo cercana a la pieza en sí, de tal forma que el espectador pueda elaborar un pequeño criterio a la hora de encarar el objeto; pero hay otros momentos, en que el nombre de la escultura traspasa el límite de la mera información, para pasar a ser parte indisoluble de la misma, casi se podría decir, que es el título la verdadera obra, y el objeto pasa a ser una confirmación material del mismo; en esos momentos te das cuenta de que se ha cerrado el circulo: partes de una idea, la materializas, y posteriormente la concretas en otro lenguaje que es el TÍTULO.