domingo, 26 de octubre de 2014

lunes, 25 de agosto de 2014

"Autorretrato I "


.... y si, hay personas que desde muy jóvenes se obsesionan por un tema y este les acompaña a lo largo de toda su vida.







MI PRIMER ÁRBOL.

Tendría yo alrededor de siete años, cuando tuve conciencia por primera vez de la dimensión real de un árbol. Era un chopo, bueno, en realidad eran ocho los árboles que rodeaban el recinto ajardinado donde jugábamos a diario en la plaza , el lugar en el que vivía. Eran unos chopos americanos o chopos negros de unos ocho o nueve metros de altura . nos servíamos de ellos para muchas cosas, como porterías de fútbol, como bases para jugar al béisbol, como cárcel para el rescate, para atar una cuerda y hacer salto de altura, etc.… en aquellos tiempos, la imaginación paliaba la escasez de recursos , pero sobre todo, recuerdo dos cosas: una,  la sombra que producían en el verano  que mitigaba la dureza del calor sofocante de esta estación en Madrid; nuestro peregrinar de banco en banco buscando ese refugio que los árboles nos proporcionaban, y la otra ,  la visión de estos árboles desde mi casa.
 Vivía en un cuarto piso, y uno de los chopos llegaba prácticamente hasta la altura de la ventana de mi habitación - bueno , la mía y la de mis dos hermanos- y aunque separado de ella unos metros, lo suficiente para no poder acceder a él, siempre pensaba que este árbol podría ser perfectamente mi escalera de huida; en realidad, nunca pensaba en una emergencia real, para mi una situación crítica, era que mi madre no me dejara salir a jugar a la calle. Yo rabiaba de impotencia viendo como jugaban mis amigos, o cuando veía a la chica que me gustaba y no podía bajar a verla, entonces si, entonces si que me planteaba que aquello era un emergencia, y escudriñaba el árbol y todas las posibilidades que me ofrecían sus ramas para deslizarme hasta el suelo. Rápidamente hacia mis componendas de cuales serian las ramas más apropiadas para ir descendiendo hasta el suelo. Por suerte, jamás tuve la valentía suficiente como para encarar semejante hazaña.
Estos chopos, en realidad no eran grandes en comparación con los chopos silvestres, apenas la mitad, pero la sensación de grandeza y la admiración que produjeron en mi estos pequeños árboles se ha mantenido a lo largo de mi vida, llegando incluso a ocupar parte de ella.







EL ÁRBOL ESCALERA.



En la plaza de al lado, habían  plantado en el centro  un Cedro; este extraño árbol ,-para mí, acostumbrado a los chopos-, tenia un aliciente especial, ya que ofrecía la posibilidad de subirse a él, pues de su tronco, brotaban unas ramas bajeras que hacían posible su ascenso. Siempre lo miraba con deseo , en esa corta edad en la que sientes la necesidad de ver el mundo desde una altura mayor a la tuya - para mi entonces tres metros suponía una altura elevadísima-; pero había un par de problemas que solventar, uno que estaba rodeado de seto de aligustre y cercado con alambre de espinos, lo que complicaba el acceso a su tronco, y otra ,casi la peor, eran las consecuencias que podría traer que algún vecino te sorprendiera encaramándote a el árbol. Había dos claras opiniones, la mía, que me pedía a gritos que cruzara la alambrada y que trepara a lo alto, y la de los vecinos, que preservaban los pequeños espacios verdes como si de un campo de minas se tratase, el "verde" como así se llamaba a una minúscula zona ajardinada, era zona sagrada para ellos, se podía mirar pero no tocar y menos traspasar  A veces cuando pasaba por la plaza y no había nadie, me acercaba a él, le miraba, y dibujaba en mis pensamientos la forma en como iba a cruzar los alambres , en que ramas me iba a apoyar y en cuales agarrarme; pero cuando miraba a mi alrededor en busca de algún vecino que me pudiera observar, mi corazón comenzaba a palpitar y a subir de pulsaciones, hasta que desistía del intento por el puro miedo de ser visto .

Hubo un día, siempre hay un día en la vida en que tenemos que enfrentarnos a algo, en que pudo más el deseo que las posibles consecuencias, y cruce la alambrada. De forma muy rápida, e instintiva, trepé hasta lo más alto que pude, olvidando por completo las innumerables veces que había pensado como subir ; una vez arriba, que sería no más de tres metros , permanecí quieto, muy quieto, mirando a mi alrededor desde esa altura, escrutando toda la plaza ,disfrutando de la superioridad que me proporcionaba aquella posición , y en un breve instante, consciente de la enorme transgresión que había llevado a cabo, como si algo me hubiese picado, bajé corriendo , pasé el alambre como buenamente pude y salí de la plaza corriendo a todo correr. Cuando llegué al portal de mi casa me encontraba  muy excitado y pronto me di cuenta de que mis manos y parte de mi ropa estaba pegajosa y con un extraño olor que a mi se me antojaba muy agradable, me había pringado, bien pringado, con la resina del Cedro . Con lo que yo no contaba era con las consecuencias de la resina, y por más que frotaba y restregaba aquello no hacia más que empeorar, por lo que tuve que andar listo e inventarme una historia más o menos creíble para paliar la cólera de mi madre y las más que posibles bofetadas, desesperada ante semejante panorama ; esta no fue otra que la de contar a mi madre que un perro me perseguía rabiosamente  y no tuve otra opción que subirme al árbol so pena de llevarme algún mordisco, evidentemente esto no coló, o solamente a medias, pues en aquellos momentos era más importante la ropa que el posible bocado del can

Este árbol, que más tarde descubriría que no iba a ser ni la sombra de lo que es un verdadero Cedro crecido en la naturaleza, fue el testigo del momento amoroso más dulce y tierno de mi vida






 



EL ÁRBOL CASA.

El Otoño, siempre ha significado para mi un tiempo de movimiento, fundamentalmente porque los comienzos de los cursos son en esa época, y mis cursos siempre eran muy lejos de casa, lo que me obligaba a viajes incómodos con una maleta incomoda , con pensamientos incómodos, etc

La Coruña fue mi primer destino; recuerdo el viaje en taxi a la estación del Norte, con mi madre perdiendo los nervios porque no llegábamos a tiempo de coger el tren – que desgracia - ; un viaje en un compartimento con ocho personas, todas desconocidas y mucho mayores que yo, que apenas contaba con trece años; un equipaje de tristeza , de dolor, de incertidumbre, 16 horas de tren , 16 largas horas en las que a mi cabeza le dio tiempo a pensar y repensar aquella situación; mi llegada a la Coruña, en un día gris, plomizo, lluvioso, como luego comprobaría que serian la mayoría de los días en esa tierra; arrastrando como podía una enorme maleta y siguiendo intuitivamente a los numerosos jóvenes que se encaminaban hacia unos autobuses en mis mismas circunstancias, que nos dejaría en la Universidad Laboral.
La Universidad Laboral era un gran centro, un centro de dimensiones para mi desconocidas, pues además de una gran maraña de edificios: dormitorios, aulas, comedores, talleres. Etc…, también contaba con un amplio espacio verde, colmado de grandes árboles, robles, fresnos, y sobre todo recuerdo, los castaños, unos grandes castaños frondosos que se alzaban por encima de mi cabeza hasta tocar el cielo y que a nuestra llegada comenzaban a desprenderse de los erizos que contenían las castañas para nuestro deleite.



A veces los días pesaban,la luz, el clima,la lejanía de los tuyos... me apaciguaba pasear por los espacios verdes, entre una linea de castaños, pasaba largos ratos en ese lugar; bien recogiendo castañas, bien trepando por sus gruesas ramas en busca del cielo y de la libertad. En realidad, esos árboles resultaron ser como una segunda casa, durante esos tres años de internado; grandes amigos, leales amigos que han escuchado mis quejas , mis llantos, mis alegrías y que han recogido entre sus ramas mis sueños; arboles que han sufrido en su piel mis primeros amores. En especial había uno que aunque no era el más grande , si el más apto para para subir a él y trasladarme por entre sus ramas,pues era muy frondoso, y en aquella época yo bastante ágil; además de esto, había dos ramas gruesas que formaban una horquilla muy cómoda a modo de asiento, que me permitían contemplar descansadamente una vista inusual de la laboral. Se veían gran parte de los tejados alineados de algunos dormitorios, y de los corredores cubiertos que unían todo el entramado de edificios que componian la universidad; allí pasaba largos ratos, fumandome una pipa , escribiendo alguna carta, evocando a mis amigos y amigas que se encontraban lejos.....en fin era mi lugar de resguardo y de evasión. Mi pequeña casa en el exilio.


























































miércoles, 20 de agosto de 2014

sábado, 16 de agosto de 2014

"MATADERO I ""

 
MAÑANA SUAVE DE AGOSTO, BUENA COMPAÑIA, POCA GENTE, EN DEFINITIVA,MUCHO CHICLE YDISFRUTE