sábado, 5 de diciembre de 2015

Holel Las Cigúeñas



Tras pasear largo rato por las calles de Trujillo en busca de aquel lugar que inesperadamente acudió a mi cabeza aquella mañana y dado que no encontraba alguna pista que pudiera llevarme hasta él, opte por coger la furgo y ampliar el radio de búsqueda; así recordé que se encontraba en algún lugar en una de las carreteras de entrada a la localidad. Finalmente tras alguna vuelta que otra localice el hotel,mi corazón subió de pulsaciones, hice unas fotos desde dentro de la furgo,  ese había sido el lugar del primer maravilloso encuentro con Ánele, quise bajar y entrar de nuevo, observar todo para estimular más recuerdos de mi interior, pero súbitamente, me vinieron a la cabeza los momentos actuales; por qué había llegado a la situación en la que me encontraba , pensé en mi hija, y continué camino de Talayuela. Todo era demasiado confuso y doloroso.
  
Mientras transcurrían los kilómetros, mi cabeza repasaba pausadamente los inicios.
No se como , pero me vi envuelto en una situación tremendamente complicada, la relación con mi pareja no funcionaba, hacia tiempo que sabia que aquello no llegaría muy lejos, cada uno vivíamos en un tiempo distinto, con ilusiones y objetivos distintos y a pesar de nuestra voluntad o nuestros miedos, no dábamos el paso definitivo hacia la ruptura.
Aquella otra joven muchacha, Ánele, que derrochaba energía, vitalidad y una más que seductora expresión y maneras, había entrado en mi de forma volcánica, la deseaba, la soñaba cada minuto y ella lejos de mantener una cierta distancia dadas mis circunstancias, provocaba y provocaba situaciones muy difíciles de manejar para mi. Había sido compañera de colegio de mi hermana, y aunque ya me había fijado en ella cuando aparecía por la  casa de mis padres , la diferencia de edad en aquellos momentos hacia imposible para mi cualquier tipo de acercamiento fuera de normal; pero el tiempo había transcurrido  acortandose esa distancia  drasticamente, ya podiamos establecer una relación sin que aquello resultara un impedimento.
En una ocasión, me propuso un viaje, una visita a una granja escuela en la que trabajaba algún amigo suyo, era el pretexto ideal, yo me dedicaba a la educación, y ella iba camino de lo mismo; la excusa estaba servida, pero mi conciencia se revelaba pues sabia de antemano que aquello supondría la ruptura total con mi pareja. Nunca me ha gustado jugar con los sentimientos de otra persona, pero ciertamente los mios propios me empujaban a realizar ese viaje, tenia que hacerlo, de lo contrario me volvería loco, las situaciones de flirteo se sucedían en cada ocasión que nos veíamos, bien solos o en compañía de nuestras parejas y en algún momento aquello estallaría.
La valentía, el coraje para enfrentarme a situaciones en las que debería abordar mis propios deseos frente al de los otros, no era precisamente una característica que destacara en mi personalidad, más bien habitualmente he dejado que los otros decidan por mi,o que el tiempo pase dejando que los problemas se diluyan o se enquisten -mala política se lo aseguro- siempre me ha costado mucho trabajo decir que no a alguien, quizás pensando que ello supondría una perdida de afecto; todavía hoy a pesar de la experiencia  que te dan la vida y los años, no me sigue resultando sencillo, aunque cada día luche por conseguirlo.
Tras mucho meditar y darle vueltas y más vueltas, tras pasar muchas noches junto a mi pareja en un denso silencio sonoro, pensando," ahora es el momento de hablar"y no dar el paso, después de asimilar los problemas que sabia que aquello me iba a causar, le dije a mi entonces compañera, que me iba de viaje, que me iba cuatro días con Ánele. No hacia falta explicar nada, la gravedad de la voz, la seriedad del momento,la cabeza gacha en señal de sumisión y vergüenza pero al mismo tiempo de certeza en lo que quería decir llevaba implícito que no iba a ser un viaje normal, que detrás de ello, no había una simple visita por motivos educativos, sino una respuesta a la pasión y como tal no tenia, no podía dar ninguna explicación más que me salia de las tripas de la parte emocional de mi cuerpo.  
No hubo una mala respuesta por parte de mi compañera, solo el dolor o la decepción reflejadas en sus expresiones, algo que me dolía igualmente  por el sentimiento de culpa que aquello me generaba, pero tras cerrar la puerta con la pequeña maleta, sentí como si el cielo se abriera bajo mis pies, bajé las escaleras dando saltos como un chiquillo cuando tu madre te permite salir a la calle a jugar con los amigos.



Nada más montar en el coche el mundo cambio, la alegría se apoderó por completo de todo mi cuerpo y todos y cada uno de los rincones grises y apenados de mi ser, se fueron iluminando de manera exultante; delante de nosotros se presentaban cuatro días de libertad; creo que no hablamos de nuestros respectivos compañeros, pero también creo que eramos conscientes de que para ambos era un paso sin retorno, nos cogimos de la mano, nos miramos felices y sonrientes y emprendimos el camino.
Recuerdo el camino con mucha alegría, la pasión inundaba el interior del coche, las sonrisas y miradas cómplices rebotaban en nuestros ojos; es difícil describir tal estado de euforia, solamente entendible por aquellas personas que han pasado por una situación similar. Tocar la libertad absoluta, dar rienda suelta a las emociones reprimidas durante largo tiempo, satisfacer el deseo anhelado.
La primera parada si mal no recuerdo, fue en la granja escuela, pues a pesar de todo si que teníamos cierto interés en ver que es lo que allí se hacia, como se hacia y que resultados obtenían, no en vano la educación es sin duda y por lo experimentado hasta hoy casi con certeza , mi más fiel compañera de viaje además de la escultura; pero nuestro amor tenia mucha prisa, así es que creo que por la tarde continuamos el viaje. Realmente no teníamos un destino determinado, tampoco importaba mucho, nos hubiera dado igual cualquier lugar, pero como la granja estaba situada en un pueblo al oeste de Madrid, seguimos esa dirección.
 Me vienen a la memoria, ciertos paisajes, pero sobre todo olores, la ventanilla abierta del coche y fragancias de todo tipo colándose por ella. Incluso me viene a la nariz, una parada que hicimos en un pequeño pueblo con un olor a aceite muy muy penetrante; pregunte a un vecino de donde salia aquellos aromáticos efluvios: alpechín, me  comento, es el alpechín de las almazaras. - Y qué es eso del alpechín, -jamas había oído semejante palabra- . - Pues son los restos que quedan al prensar las aceituna para sacar el aceite. Nunca he olvidado esa bella palabra ni el intenso olor que despide. Se encuentran grabados en mi memoria de forma diría que incorrupta. Como ya he comentado no llevábamos un rumbo fijo, y creo que llegada ya una hora prudente pensamos en buscar algún lugar donde alojarnos. Justo a la entrada de Trujillo vimos un pequeño hotel, muy discreto, junto a la carretera, y el ansia nos podía, así es que allí nos quedamos.
 Me sentía muy extraño, entrar en un hotel con una mujer que no era mi compañera, no lo había experimentado jamas, una mezcla de tristeza y suma alegría me acompañaba, me sentí ruborizado cuando la persona que nos atendió dirigió su mirada hacia mi , luego hizo lo propio con Ánele; la mezcla del deseo con la culpa no me permitía sentirme cómodo. Recogimos las llaves y subimos a la habitación; entramos y deje la bolsa de viaje sobre la cama, de pronto sentí como Ánele se subía por mis espaldas y...... desaparecieron todos los malos pensamientos para dar paso a unos infinitos momentos mágicos de pasión, deseo, amor,.....



Resulta muy difícil y complicado intregar las distintas emociones y deseos en una cabeza totalmente descolocada por las circunstancias, sobre todo porque soy una persona con una clara predisposición a la idealización y yo quería a esa mujer , deseaba que el tiempo se parase en aquellos instantes, y que el sueño en que me encontraba se prolongara infinitamente porque me daba miedo la vuelta, la duda del abandono, la posibilidad de que aquello resultara simplemente una escapada sin un final como yo esperaba.
El resto del viaje fue un constante rodar por el amor en el sentido más amplio de la palabra, brotaban besos, caricias, risas a cada paso que dábamos, miradas cómplices, paseos abrazadisimos, comidas y cenas singulares... todo bajo el paraguas de la pasión. El último recuerdo fue la entrada por el valle al llegar de vuelta al pueblo, ninguno de los dos deseábamos el final, pero el tiempo es imparable y aquella aventura tocaba a su fin, era el momento de dar la cara y solucionar esa embarazosa  situación. Paramos el coche en un paraje a pocos kilometros de la llegada, contemplamos por unos instantes el paisaje y nos dimos un último y largo beso. sin duda habría  más momentos para escribir otro capitulo en nuestras vidas.