"Mi pequeño bosque"
"Acacia"
Tendría yo alrededor de siete años, cuando tuve conciencia por primera vez de la dimensión real de un árbol. Era un chopo, bueno, en realidad eran ocho los árboles que rodeaban el recinto ajardinado donde jugábamos a diario en la plaza de Peñablanca,lugar en el que vivía; eran unos chopos americanos o chopos negros de unos ocho o nueve metros de altura . nos servíamos de ellos para muchas cosas, como porterías de fútbol, como bases para el béisbol, como cárcel para el rescate, para atar una cuerda y hacer salto de altura, etc.… en aquellos tiempos, la imaginación paliaba la escasez de recursos , pero sobre todo, recuerdo dos cosas ,una a la sombra que producían en el verano, y que mitigaba la dureza del calor del verano en Madrid, nuestro peregrinar de banco en banco buscando ese refugio que estos árboles nos proporcionaban, el otro , era la visión de estos árboles desde mi casa; vivía en un cuarto piso, y uno de los chopos llegaba prácticamente hasta la altura de la ventana de mi habitación - bueno , la mía y la de mis dos hermanos_ y aunque separado de ella unos metros, los suficientes para no poder acceder a el, siempre pensaba que este árbol podría ser perfectamente mi escalera de emergencia, en realidad, nunca pensaba en una emergencia real, para mi una emergencia, era que mi madre no me dejara salir a jugar a la calle, o cuando veía a la chica que me gustaba y no podía bajar a verla, entonces si, entonces si que me planteaba que aquello era un emergencia, y escudriñaba el árbol y todas las posibilidades que me ofrecían sus ramas, para deslizarme hasta el suelo. Por suerte, jamas tuve la valentía suficiente como para encarar semejante hazaña.
"Árbol laberinto".
EL ÁRBOL ESCALERA.
En la plaza de al lado, plaza del Paular,habían optado por plantar en el centro de la pequeña plaza un cedro; este extraño árbol ,-para mí, acostumbrado a los chopos-, tenia un aliciente especial, ofrecía la posibilidad de subirse a él, pues de su tronco, brotaban unas ramas bajeras que posibilitaban su ascenso, yo siempre lo miraba con deseo , tendría seis o siete años,y la necesidad de ver el mundo desde una altura algo elevada era algo inherente a esa edad; pero había un par de problemas que solventar, uno que estaba rodeado de seto de aligustre y cercado con alambre de espinos, lo que complicaba el acceso a su tronco, y otra ,casi la peor, eran las consecuencias que podría traer que algún vecino te sorprendiera encaramándote a el árbol. Había dos sentidos, el mio, que me pedía a gritos que cruzara la alambrada y que trepara a lo alto, y el de los vecinos, que preservaban los pequeños espacios verdes como si de un campo de minas se tratase, el "verde" como así se llamaba a una minúscula zona ajardinada, era zona sagrada para los vecinos, se podía mirar pero no tocar.A veces cuando pasaba por la plaza y no había nadie, me acercaba a él, le miraba, dibujaba en mis pensamientos la forma en como iba a cruzar los alambres , en que ramas me iba a apoyar y en cuales agarrarme; pero cuando miraba a mi alrededor en busca de algún vecino que me pudiera observar, mi corazón comenzaba a palpitar y a subir de pulsaciones, hasta que desistía del intento.
"Mi pequeño bosque"
"S/T"
UN ÁRBOL ALGO EXTRAÑO .
Una de las actividades veraniegas que nos proporcionaba nuestro padre, era la salida de campamento a la sierra con una organización juvenil de aquella época, algo que ni a mi hermano ni a mi nos gustaba, pero a nuestro progenitor si, y eso bastaba. En realidad no entendía bien a que venia aquello de los uniformes, las gorras, las insignias, ni el formar delante de unas tiendas de loneta blanca que parecían pequeñas casitas, como tampoco entendía unas charlas que nos daba el jefe de campamento que se llamaban “máximas y consignas” y que terminaban en unos cantos épicos de corte militar; lo que si entendía, era que estaba en medio de la naturaleza, rodeado de grandes pinos y de praderas que comenzaban verdes y acababan doradas y que ese entorno era la escapatoria del solemne campamento. El tiempo que podía lo usaba para merodear por el pinar y sus alrededores; un día subiendo hacia el campamento por un estrecho camino ,observe entre las ramas altas de uno de los pinos una especie de plataforma lo suficientemente grande como para llamar mi atención, desde abajo parecía un espacio amplio, construido con ramas , pinocha y hojarasca se encontraba encajada entre tres ramas; por mas vueltas que le daba no podía encontrar explicación a semejante deformidad, no podía creer que alguien se subiera tan alto para llevar palos, y por más que miraba y observaba el pinar no veía nada parecido en ningún otro pino . Algunas tardes las pase bajo ese árbol recogiendo su gruesa corteza para luego tallarla o utilizarla para fabricar objetos diversos, que luego llevaría a mi casa y repartiría entre la familia y las chicas que más me gustaban. Mientras trabajaba con mi navaja, solía mirar hacia arriba pensando cuanto me gustaría estar ahí arriba y lo que daría por poder sentir la vista desde ese lugar, que lugar tan
ideal para chupar del tubo de la leche condensada tumbado, mirando al mundo. En realidad podría representar perfectamente esa protección y seguridad que te da el vientre materno. Cuantas veces pensé en alguna forma de poder trepar ese árbol, pero era un pino viejo, muy grueso, sin ramas bajeras que poder utilizar y de solo pensar en la posible caída, se me quitaban las ganas, Una tarde estando al pie del pino, oí unos ruidos sobre mi cabeza, y cuando la giré hacia arriba pude observar como una gran ave se posaba sobre la plataforma, y digo de verdad una gran ave, pues a mi ,con diez años me pareció un avión. Se detuvo unos instantes, y al incorporarme para verla mejor , el ave me miro y echo a volar; solo tuve tiempo de ver un par de aleteos de dos enormes alas, y enseguida se perdió entre los pinos. con el tiempo tuve la certeza de que aquella ave era un águila, y entendí que los árboles son la casa de mucha "gente".
EL ÁRBOL DEL BIEN Y DEL MAL.
Un verano, lo pase con un tío mío, que se encontraba en la Universidad laboral de Cheste, Valencia, donde ejercía como docente; esta se quedaba totalmente vacía durante esta época del año, debido a las vacaciones escolares, tan solo el guarda permanecía en ella. La sensación era la de una ciudad muerta, edificios vacíos de toda voz , calles desiertas ausentes de movimientos, de aspecto fantasmal; yo, también me quedaba solo, pues mi tío se marchaba a trabajar empujándome esta situación recorrer su finca y perderme entre las grandes encinas y las no menos grandes y atractivas higueras; había una en especial, que tenia la cruz algo baja, y permitía su acceso sin grandes dificultades, además, sus ramas de grueso porte y muy buena disposición invitaban a deambular sin dificultad por el espacio abovedado que marcaba su copa. Este lugar lo frecuentaba con asiduidad por varios motivos, el primero porque lo hice mi espacio, como ya haría en el futuro con otros árboles, en segundo lugar porque era una delicia para mis sentidos, buenas vistas, un olor embriagador y unas brevas que quitaban el hipo, moradas grandes, dulces y jugosas; en tercer lugar, porque fue en ese árbol donde me inicie en el maldito vicio de fumar. Mi tío era fumador de pipa , de ese tabaco que inunda los lugares con un aroma inconfundible, un día me di cuenta, que en una cajita de plata que se encontraba en la librería, guardaba cigarrillos sueltos, concretamente cigarrillos negros de la marca “habanos” y cigarrillos rubios de las marca “Peter Suyvans”así es que de vez en cuando cogía mi cigarrito, y me iba corriendo a la higuera a zamparme unas cuantas brevas y de postre un cigarro. Creanme, si les digo que el cigarro me resultaba asqueroso y que me mareaba con frecuencia, pero la realidad es que este vicio se apodero de mi o yo de el, y a día de hoy continuo con el, para desgracia de mi salud y de los que me rodean .
"La casa del árbol"
EL ÁRBOL CASA.
El Otoño, siempre ha significado para mi un tiempo de movimiento, fundamentalmente porque los comienzos de los cursos son en esa época, y mis cursos siempre eran muy lejos de casa, lo que me obligaba a viajes incómodos con una maleta incomoda , con pensamientos incómodos, etc
La Coruña fue mi primer destino; recuerdo el viaje en taxi a la estación del Norte, con mi madre perdiendo los nervios porque no llegábamos a tiempo de coger el tren – que desgracia - ; un viaje en un compartimento con ocho personas, todas desconocidas y mucho mayores que yo, que apenas contaba con trece años; un equipaje de tristeza , de dolor, de incertidumbre, 16 horas de tren , 16 largas horas en las que a mi cabeza le dio tiempo a pensar y repensar aquella situación; mi llegada a la Coruña, en un día gris, plomizo, lluvioso, como luego comprobaría que serian la mayoría de los días en esa tierra; arrastrando como podía una enorme maleta y siguiendo intuitivamente a los numerosos jóvenes que se encaminaban hacia unos autobuses en mis mismas circunstancias, que nos dejaría en la Universidad Laboral.
La Universidad Laboral era un gran centro, un centro de dimensiones para mi desconocidas, pues además de una gran maraña de edificios: dormitorios, aulas, comedores, talleres. Etc…, también contaba con un amplio espacio verde, colmado de grandes árboles, robles, fresnos, y sobre todo recuerdo, los castaños, unos grandes castaños frondosos que se alzaban por encima de mi cabeza hasta tocar el cielo y que a nuestra llegada comenzaban a desprenderse de los erizos para nuestro deleite.
"Mano alada"
EL ÁRBOL DEL AMOR O LOS ÁRBOLES DE LOS PARQUES.
Tras el periplo por las tieras Gallegas y Andaluzas, el objetivo prioritario era acercarme a mi lugar de residencia, entre otros motivos, había uno que que primaba sobre los demas: hacía tiempo, que mantenía relaciones con una chica del barrio, estaba enamorado, tenía "novia", si , novia formal, entraba en mi casa y yo en la suya , teniamos planes para casarnos, y tener hijos.... hasta planeabamos comprar un piso; así, que opte por elegir la Universidad de Alcalá de Henares como la siguiente estación . Esta Laboral era constructivamente más singular, era un solo edificio de doce o quince plantas, moderno, con privilegiadas habitaciones de cuatro personas, y con un intimidad envidiable con respecto a las otras Laborales, donde las habitaciones eran de ocho personas. Había mayor libertad, no existía tanta vigilancia, ni teniamos que fichar para entrar o salir, era como un paraiso, el paraiso de los "Mayores," a donde tantas veces habiamos deseado llegar; estabamos estudiando una carrera, yo concretamente Ingenieria Técnica de Telecomunicaciones; no es que esta carrera me ilusionara, es que era la opción más cercana, es más, no me gustaba nada, bueno más que no gustarme, es que aquello no habia Dios que lo entendiera, como iba yo a entender que unos trozos de piedra, como el Germanio y el Silicio fueran tan importantes para el funcionamiento de los ordenadores, ¿que era eso de los semiconductores, quizas pequeños semaforos incrustados en esas piedrecitas? , en fin, que mi obtusa mente no era capaz de entender semejantes cuestiones.
Por aquel año, Caja Madrid, convocó un concurso de cerámica dentro de la Laboral y aquello me pareció una grata salida de emergencia de los largos tiempos de clases y estudio cotidiano, pronto empecé a ocupar parte de ese tiempo en el grato manoseo del barro y en la definición de algunas piezas. Al final seleccionaron algunas de ellas y me concedieron el primer premio; por otra parte, todo hay que decirlo, las mentes cientificas que poblaban la Laboral y el ambiente que proporcinaba este entorno, no eran precisamente lo más idoneo para favorecer el desarrollo artistico, por lo que la competencia en este concurso fué más bien escasa. Lo más improtante de este certamen, no fue el premio, sino el cambio que supuso en mi actitud hacia el futuro, cambie los ordenadores por la educación y los componentes electrónicos, por la poesía, continué con la cerámica y comencé Magisterio.
Alcala, por su cercania con Madrid, me permitia pasar los fines de semana con mi familia en casa, y por supuesto con mi novia, con la que hasta entonces, había mantenido una relación fundamentalmente basada en la correspondencia. nos gustaba mucho pasear , y siempre elegiamos sitios y calles, tranquilas, solitarias y silenciosas - entonces las habia, lo juro-; pero cuando lo que queriamos era algo más, nos ibamos a los parques, en especial al Parque del Oeste,alli además de pasear, se encontraba un gran abeto cuyas ramas más bajas caian suavemente hasta lamer el suelo; tambien pegado al tronco habian instalado un banco, - probablemente acercado por cualquier otra pareja de novios - un banco con asiento y respaldo de madera y apoyo para los brazos de hierro, uno de estos bancos que esconden miles de veladas amorosas y que si hablará nos podría narrar más de un episodio "porno"; este árbol cuando atardecía y la luz iba atenuandose, era el más deseado del parque, pues ofrecía una intimidad inusual, asemejaba a una gran iglú pero en vez de fabricado con hielo, hecho con ramas; el árbol te abrazaba y aropaba, te protegía del sol o de la lluvia, ademas de los transeuntes y sus perversas miradas. Cuando nos tumbabamos sobre el banco, se obsevaba una maraña de ramas horizontales que ascendía y ascendía hasta la copa; en más de una ocasión me dí el placer de treparlo, recordando otros árboles y otros tiempos.
Este abeto de enamorados, grabado como el que más con nombres y fechas, quizás fuera el último árbol personalizado, a partir de ese momento ya no buscaría o encontraría árboles aislados,sino que tuve muy claro que lo que más deseaba, era vivir en su entorno natural .
No hay comentarios:
Publicar un comentario