La ciudad, tiene sus paisajes, a veces sobrios y equilibrados, otras desajustados o deteriorados; en la Naturaleza la materia se agrupa de una forma u otra habitualmente bajo paisajes armoniosos, con una cierta uniformidad. Con respecto a los residuos, los procedentes de la naturaleza, hablo de hojas, ramas, arenas arrastradas por escorrentías, se agrupan mediante fuerzas naturales y acaban integrándose tras su descomposición en el sustrato vegetal, por tanto no entendemos estos residuos como suciedad, ya que los contemplamos como un momento de una cadena sin fin como es la transformación de la materia mediante procesos naturales.
Los residuos urbanos, son otra cosa, provienen de muy diversos destinos y la mayor parte de ellos son de origen sintético, los plásticos con sus mil y una presentación son un claro ejemplo de ello, y estos residuos no se pueden integrar en ningún sustrato natural, fundamentalmente porque no son de fácil descomposición y porque el sustrato natural de la ciudad, el pavimentado y asfaltado, no tienen ninguna capacidad de absorción.
Dentro de los residuos urbanos, me llaman poderosamente la atención los chicles, si , los chicles, esa masa gomosa, dulce, blanda, pequeña, tan pequeña que pasa desapercibida, pero que resulta bastante difícil de eliminar, hasta tal punto, que es muy común encontrar sus rastros a lo largo de cualquier calle, en las paradas de autobús o en la entrada de grandes comercios, llegando estos a formar una especie de estampado que luce en el pavimento como si de un salpullido se tratase; aplastados, deformes y ennegrecidos se resisten a desaparecer adhiriéndose al suelo como si la existencia les fuese en ello (nunca mejor dicho)
La presente propuesta de intervención, consiste en elevar del plano del suelo mediante unas varillas de pcv o metacrilato y hasta una altura que oscile entre los setenta cm. y un metro diez, estos restos de tan popular golosina, pinchando en el extremo una pequeña masa a semejanza de un chicle, teñido con los colores que normalmente dan sabor a los mismos. El objetivo es poner en evidencia de una forma ostensible a los transeúntes el espacio o la superficie que pueden llegar a ocupar estos desechos, intentando de esta manera concienciar a los ciudadan@s de la necesidad de dar un destino a los chicles, que no sea el propio suelo.
2 comentarios:
Muy muy bueno.
¡Qué buena idea! Me encanta tu propuesta, la manera tan poética de llamar la atención sobre este residuo tan abundante en nuestras calles (y otros sitios). Parece que un chicle tiene muchas connotaciones infantiles como la inocencia y el sabor a fresa, pero pegoteado en las aceras se transforma en algo despreciable e insalubre. Has elevado los pegotones unos palmos por encima del suelo y les has dado el color de las frutas más apetecibles. ¡Vaya jardines!Para que cada uno piense lo que quiera.
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