El Equilibrista a veces descansa, se sienta y piensa, trata de poner en orden el barullo que anida en su cabeza; de encontrar la salida de un laberinto que no es tal. El continuará sorteando como pueda los vaivenes del alambre por el que transita; solo la caída al vacío podrá abortar su camino, pero el cielo de su vista siempre será azul, muy azul, intensamente azul
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