La luna se hacia presente hasta en los rincones más insospechados; era una luna hermosa, llena, grande , plateada; inmensa luna invernal: Durante buena parte del día y todo el anterior, el cielo había descargado abundantes copos de nieve que iban cayendo como livianas plumas sobre el suelo; estos copos habían transformado este en un manto blanco uniforme y denso y reforzaba de manera inquietante la luminosidad de la luna.
De este recuerdo de una noche de invierno allá por la década de los ochenta me queda la sensación de luminosidad y la de descubrir un paisaje con la ausencia de referencias, sentir como los objetos cotidianos del paisaje: árboles, casas, farolas, etc. surgían del suelo, como si de setas se tratase, sin apreciar ningún tipo de unión con el terreno donde se emplazaban y han tenido que pasar cerca de veinte años para poder disfrutar de nuevo estas sensaciones.
No resulta fácil, ni común (salvo en lugares de alta montaña) presenciar una copiosa nevada, que anule por completo las referencias físicas más comunes a las que nuestros ojos y cerebro están acostumbradas; normalmente percibimos los objetos que nos rodean acompañados de referencias visuales, que aunque no las hagamos significativas no por ello dejan de existir, es más , propician una visión global que hace que unos objetos se arropen con otros; así una casa no es solo la casa, sino la acera, el asfalto de la calle, el bordillo...y todos aquellos elementos que la rodean.