martes, 12 de marzo de 2013

Me llamo Ailanto y soy un árbol de los dioses II



La maqueta ya estaba terminada, precisamente había encontrado en un contenedor de residuos de un vivero, una partida de pequeños árboles que no habían resistido los trasplantes y que encajaban muy bien para realizar la obra a escala. El resultado fue alentador, asentado en las raíces  el tronco se  había transformado en una especie de torre recorrida por escaleras que ascendían dejando a su vera pequeñas puertas o entradas.
La sonrisa de Paulete al ver la maqueta era claramente una muestra de aceptación.
- Me gusta, me parece que refleja claramente la idea de la que hablamos. Mucho curro ¿no?
- Bueno, con eso ya contaba, hay piezas en las que el trabajo tiene sentido, como el  que hacen los xilófagos excavando túneles y más túneles; en otras sin embargo un soplo del viento es suficiente para hacerlas vivir . Bueno - exclamé- ahora solo nos falta el árbol. ¿Qué sabes de eso?
- Por ahora no tengo noticias al respecto, solamente la declaración de intenciones del concejal de urbanismo, al que recurrí como me dijiste: "¿Aquí? aquí no hay árboles."
Era lógico por otra parte que eso fuera así, los concejales de urbanismo y más en esa época solo tenían ojos para levantar edificios, farolas o algo que tuviera que ver con el cemento, o  dicho de otro modo, con el dinero,de ahí su incapacidad para ver un árbol y si lo ven, enseguida les asalta la idea de cortarlo aunque sea para construir una caseta para un perro en su lugar.
- ¿Y los ecologistas y el de medio ambiente?
Paulete guardo silencio unos momentos.
- Bueno, yo no pierdo la esperanza, pero por si acaso ve echando un vistazo por ahí.
Ese "echa un vistazo por ahí" me sugería que debiera ir a Benicassin a ver si yo encontraba algo. Por una parte la idea no estaba mal, unos días por la playa recorriendo vertederos - legales e ilegales - hablar con los jardineros de la zona, visitar viveros, etc..para mi resultaba importante que el árbol fuera del mismo lugar donde iba a realizar el trabajo, pienso que esos vínculos si se puede hay que mantenerlos. En otro sentido el viaje conllevaba unos gastos extra que yo no estaba dispuesto a asumir - ya me gustaría -. Además, pienso y estoy plenamente convencido de que era mucho más fácil hacerlo desde allí, pero....








Enrique, el "negro" para los amigos me comentó que desde la casa de sus padres se veía un árbol caído  estaba tirado en la parcela de al lado cubierto por la maleza. Enrique era un ecologista convencido, veraneante desde su infancia, descendiente de un oriundo y arraigado al lugar; era una persona coherente con sus pensamientos y su vida se desarrollaba alrededor de la naturaleza. Era jardinero en Madrid y ecologista activo en Bustarviejo; de vez en cuando él me aprovisionaba de material para mis esculturas procedente de los parques en los que trabajaba.
Desde el camino resultaba complicado acceder al árbol caído, demasiadas zarzas y ortigas, realmente un penoso trayecto. Me acerqué al taller a recoger un podón y un horquillo, pues iba a resultar laborioso llegar hasta él. Poco a poco, según me  acercaba, iban apareciendo matices que revelaban como iba a ser el árbol; las raíces en una extraña verticalidad mostraban un cierto deterioro, fracturadas algunas de  las vías principales y enterradas todavía otras, formaban una amalgama con la tierra adherida a ellas. El tronco y los ramajes se encontraban semiocultos por la maleza, pero podía apreciarse  que su estado era francamente bueno. En un ataque de ansiedad deseoso de ver al completo el árbol, me dispuse podón en mano a liberarlo de las zarzas.Al descabezarlo con la motosierra tuve sentimientos encontrados, por una parte una grata sensación recorrió mi cuerpo al contemplar la grandeza del tronco separado de el ramaje, y por otra tuve la sensación de que el árbol había dejado de serlo al amputar su copa, comenzaba la trasformación de ser vivo en objeto
Realmente era un ejemplar muy bueno y su conservación perfecta, tan solo habían pasado unos meses desde que cayera, esto resultaba positivo en cuanto que el trabajo, al estar todavía fresco, iba a resultar menos fatigoso que si estuviera seco, por otra parte, me encontraría   las contracciones debidas a un secado más brusco y menos homogéneo lo que seguramente produciría grietas y fisuras insospechadas. El siguiente paso que me planteaba, era como sacar el árbol de allí.

Hablé con Ángel -http://fhol.blogspot.com.es/2008/07/histora-de-un-cedro.html- ,necesitaba saber su opinión, para saber que posibilidades reales había de extraer de aquel lugar el árbol. Nos dirigimos hacia el lugar; desde el camino solo se vislumbraba la senda que había producido mi ir y venir en la tarea de liberar el tronco, a los lados nos flaqueaba una alfombra verde que  llegaba hasta nuestra  cintura.
Angel me miraba con una sonrisa irónica, de esas que dicen !pero tío, por qué estas tan loco!
- No sé, no sé, esto esta muy apartado del camino, seguro que no llega la grúa.
pero...¿pa que quieres ese árbol?
El sabia de sobra para que lo quería  pues ya me había trasportado más árboles al taller, además era él quien me hacia los portes cuando realizaba una exposición de piezas grandes, pero siempre remataba con la misma pregunta a la que el mismo respondía siempre del mismo modo: no, si frió no vas a pasar, !con tanta leña!
- Bueno, no se..., solo necesito saber si podemos sacarlo o no.
Ángel daba vueltas como podía alrededor del árbol.
- Hombre si hay que hacerlo..... Tu verás
Realmente, cada vez lo encontraba más necesario, Paulete no había dado señales de vida y eso significaba que no se encontraba un árbol por Benicassim y este encajaba perfectamente para mis propósitos  el único problema era que había que llevarlo hasta allí, con lo que ello suponía de gastos extras

- Venga Ángel, estoy seguro de que tú sabes como hacerlo. A Ángel le gustaba que le adularan en su trabajo, no en vano era él muchas veces quien tenia que solucionar las papeletas más complicadas y dada su experiencia siempre tenia ases guardados en la manga con los que sorprender al personal.
- Le puedo llamar desde el camino a ver si viene solo, -contestó irónicamente-
- Hombre, si no tenemos que sacar las manos de los bolsillos, mejor que mejor.
- Mira...,la pluma no llega de todas todas, pero si enganchamos varias hondas yo creo que sí nos hacemos con ello, y si no, llevo también unas cadenas largas.
- ¿que vas ha hacer?
- Si puedo lo levanto, y si no lo arrastro, pero tú ya veras como viene.
Sonaba bien, sonaba a seguridad, así es que llamaría a Paulete para comentarselo





No había ningún problema, es más, note durante la conversación con Paulete cierta liberación por su parte, ya temíamos que se fuera al traste el proyecto por la falta del principal protagonista , "El árbol". Había que trasladarlo allí,- solo eran cuatrocientos y pico kilometros- era más costoso pero parecía que la organización podía asumirlo y a mi particularmente me venia muy bien, de esta manera podía comenzar a trabajarlo en el taller, con toda la herramienta disponible y el tiempo dispuesto a mi conveniencia
Me costaba trabajo creer que por la zona no hubiera ninguno, conocía bien ese lugar, pues en vacaciones solía ir por allí a un pueblecito llamado Torreblanca que tenia una linea de playa que de forma osada e inaudita, todavía conservaba un equilibrio urbanístico muy deseable para nuestro litoral. Nada de grandes torres al pie de la playa, nada de grandes avenidas y centros de ocio, nada de mil tiendas de flotadores y garitos con camareros vociferantes de menús;  los edificios de la primera linea eran casi todos de una sola planta, las más eran casitas antiguas de pescadores, o de hortelanos que habían decidido levantar en otros tiempos para pasar al fresco los cálidos veranos, sacar las sillas a la puerta y olisquear el perfume del mar o sentir la pequeña brisa nocturna , el ansia urbanística extrañamente no había invadido la zona.
Una de mis aficiones favoritas durante las vacaciones, siempre ha sido la búsqueda de materiales, pues cada zona tiene unos concretos y bien diferenciados caraterizandose por las condiciones del lugar, esa era una de las razones por las que hubiera querido que el árbol fuera de la zona, por su vinculo con el terreno. Allí abundan las palmeras, de todo tipo, grandes crasas que al secar nos ofrecen unas estructuras increíbles  frutales, algarrobos....todo un abanico de posibilidades.          







Mi primer viaje se me antoja muy corto aunque muy azaroso, pues solamente consistió en sacarme del huerto para llevarme a un  taller del que escasamente me separaban unos trescientos metros, pero fue lo suficiente para dos cosas: una, sentir el placer del desplazamiento,observar de cerca esos lugares que me rodeaban y que intuía pero que no alcanzaba a ver y la otra constatar que resulta algo complicado moverme, se necesitan unos instrumentos muy grandes que se desplazan con ruedas y que tienen una especie de columpio con un gancho que sale de su espalda.
Alguien se acercó a mi, corto  las zarzas que me abrazaban y dispuso una cinta larga y gruesa rodeando mi cuerpo. De repente comencé a levitar, mi cuerpo bamboleándose de un lado para otro, ascendía prendido de esa cinta, que emitía unos gemidos dolorosos debido a la tensión producida por mi peso; finalmente tras un súbito chasquido caí de nuevo sobre el suelo;  os juro que el comienzo no había podido ser peor, del alivio al elevarme a la brusca sacudida al caer. Después de las cintas, vinieron las cadenas, -hay que joderse como se clavan- y vuelta a empezar, pero esta vez en lugar de elevarme me sentí arrastrado, me movia, mis raíces se iban clavando en el terreno, unas se quebraban y otras aguantaban el envite arrollando a su paso malvas, ortigas y cualquier otra planta que se pusiera en medio, esa sensación resultó francamente muy desagradable.
- !! Dios como tira eso!!
- Ya te dije que vendría si o si. - Ángel sonreía victorioso -
Entretanto yo me dedicaba a cortar los matojos que el tronco iba desgarrando en su camino hacia el camión y que a veces se empecinaban en frenar su avance, parecía que las zarzas y demás matorrales se aferraran al cuerpo inerte de aquel Ailanto como unos niños que agarran fuertemente las piernas de un padre para evitar su partida.
- Ya está aquí, hemos tenido buena pesca.
Efectivamente la imagen era ciertamente similar, como si la pluma del camión fuera una caña, y el Ailanto un gran pez que hubiera picado el anzuelo.
- A ver como lo subimos a la caja - como siempre, a mi  esas cosas me alteraban un poco, pensaba en el sufrimiento del material, en que no perdiera corteza o más raíces por los golpes y Ángel en ese sentido no es que fuera muy cuidadoso-
- Pues como la vamos a subir -contestó Ángel burlonamente - tu lo coges de una punta, yo de otra, y lo echamos al  camión.
Efectivamente, el proceso de carga resultó gratamente sencillo, no hubo heridas de gravedad y el tronco ocupó plácidamente la longitud de la caja.
-A poco más y no cabe. -Murmuró Ángel-


Una vez en la explanada del taller me acomodaron, por decir algo, sobre unos troncos a modo de caballetes; ese seria el lugar en el que comenzara mi transformación.




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