jueves, 4 de abril de 2013

Me llamo Ailanto y soy un árbol de los Dioses IV -La Cabrera-

Habían transcurrido ya unos años desde mi regreso de Benicassim viaje que por otra parte recordaba bastante placentero, una furgoneta grande para mi solo, arropado con unas mantas...  lo único molesto fue el estar ferreamente atado no se con que idea, pues les juro que en ninguna ocasión se me paso por la cabeza el escaparme de allí.
Todavía recordaba el año que había pasado frente al mar , su sonido, música en la mayor parte de las ocasiones, estruendo cuando mostraba su enfado en otras, se había quedado grabado como las escaleras y caminos que  recorrían  mi cuerpo; los amaneceres solitarios del otoño que por fuerza me hacían sentir de nuevo parte de la naturaleza, se agolpaban nostalgicamente en mis pensamientos. También recordaba la sensación de ser el centro de las miradas de los transeúntes y las tardes de algarabía infantil durante el largo verano. Los niños eran mis espectadores preferidos, no me miraban de lejos a hurtadillas ni se ponían la mano en la boca para ocultar sus comentarios, como hicieran algunos mayores, ellos me abrazaban, subían con sus dedos o sus muñecos por mis escaleras y hasta alguno que otro trepó lo que pudo para susto de sus padres y mio propio cuando sentí tambalearme y que podía perder el equilibrio  armando una buena; como  buena era la que armaban los jóvenes  amantes de la música y demás placeres propios de su edad que acudían en manada al F.I.B; recuerdo sus alaridos jocosos, sus comentarios mezclados con risotadas que apenas alcanzaba a entender, sus meadas en la esquina del callejón, incluso la vomitona que plantó un de ellos semidesnudo agarándome por el cuerpo mientras mantenía en la otra mano una botella -y no de agua precisamente -
Ahora me encontraba lejos de aquel paraíso, recalaba de nuevo en el lugar donde crecí. Los últimos años los pasé casi plantado en el jardín donde se acumulan las esculturas, compartiendo ahora otra existencia, pero sin olvidar que en su momento todos fuimos árboles




La vida en la explanada del taller era lo más parecido a mi primera existencia como árbol, los días pasaban en consonancia con la naturaleza, unas veces luminosos, otras veces grises, aire, pájaros, verde...mi posición era la original, vertical, y aunque carecía de ramaje siempre tenia la extraña sensación de que mis hojas se calentaban al sol o se mecían con el viento. al principio me encontraba  solo, pero con el tiempo fui testigo de como transformaban  otros árboles y los colocaban cerca de mi; me resultaba extraño, cada cual poseía una forma peculiar, pero compartíamos la esencia arbórea  Con respecto a las formas adoptadas, no puedo decir nada, no las entiendo, nos abren las tripas mostrándolas de mil formas posibles, nos colocan en posiciones inverosímiles, nos atan con hierros, ????..... no alcanzo a entender el sentido de estas manifestaciones ni el porqué,  pero el caso es que entre todos formábamos un pequeño bosquecillo muy singular. En ocasiones alguno se ausentaba durante una temporada , no sabíamos muy bien con que fin, aunque a su regreso nos contaban como había sido su viaje; la mayor parte de las veces  se resumía en estar simplemente en lugares donde la gente va  a verte ,te observan, pasean alrededor tuyo y finalmente marchan, poca gente se atrevía a tocar tan solo los niños y algunos te miraban con cara de asombro o extrañados; la verdad es que puedo llegar a entenderlos, es posible que les pase lo que a mi, que no acabo de comprender porqué nos hacen estas cosas.







Una vez tuve la ocasión de entran en el taller, me metieron para darme una mano de lija fina - un papel que al principio araña mucho , pero que luego pone muy lisa y suave la piel- . La primera sensación que tuve fue la de entrar en un morvido lugar donde se abarrotaban multitud de restos de congéneres , mutilaciones, ramas, raíces ..me pareció un templo con una inimaginable colección de exvotos. y comprendí la magnitud de la situación; en realidad no eramos una veintena, en realidad eramos cientos; fuera solo nos encontrábamos aquellos que teníamos un tamaño relativamente grande, pero dentro..... ¿sería aquello un cementerio?. Según pasaba el tiempo,dispuse de otros momentos para observar más detenidamente aquellas piezas pequeñas que me rodeaban, resultaba un universo de imaginación y nunca hubiera sospechado la cantidad ingente de distintas expresiones que podemos adoptar ;las pieza se agolpaban sobre estanterías dedicadas a tal fin, sobre unos plintos e iban invadiendo el espacio de tal forma que apenas quedaba un metro cuadrado libre, las formas a cual más inverosímil  una característica las unía por encima de ese desaguisado, sobresalía una esencia, la arbórea. Me alegraba sobremanera  saber que todos aquellos árboles tenían la posibilidad de una segunda vida como yo, y que de no estar aquí, ya no existirían  Me encontraba rodeado de muchas especies de árboles que  no había conocido nunca, es lo malo de tener una vida siempre en el mismo lugar, que solo conoces un poco de tu alrededor, lo demás es lo que te puedes llegar a imaginar a través de  los chismorreos que te susurra el viento. En definitiva aquello resultaba un santuario del que no comprendida el porqué ni el para qué, tan solo tuve una ocasión en la que pude satisfacer en alguna medida esas preguntas.





La lista de distintos tipos de árboles que me rodeaban, según escuchaba era muy  amplia: roble , fresno, acacia, morera, pino, pruno, chopo, peral, ciruelo, cedro, sabina, palo rojo,naranjo, laurel, a medida que aumentaba la lista, aumentaba mi asombro, caoba ,eucalipto, ciprés, limoncillo ,samba, ayoux, enebro, cerezo, almez, nogal, plátano, teca, tilo, olivo, olmo, castaño y como no, Ailanto,

 Una mañana se acerco por allí una muchacha joven, atendía por el nombre de Diana, era estudiante, estudiante de historia del arte, y pretendía realizar un trabajo sobre algún autor y su obra; por lo visto escogió a la persona que nos transforma . Recorrían el taller parando en cada una de las piezas y sobre ella hablaban, no podía creer que detrás de cada una de nosotras hubiera una historia , historias las más de las veces muy cercanas a nuestra existencia como árboles, historias que pretendían traducir al lenguaje humano una peripecia vital compartida, el fin último de pertenecer ambos al universo de la naturaleza, las relaciones que nos unían, y entonces me surgía una pregunta, ¿ podríamos vivir los árboles sin los humanos, ¿ podrían vivir los humanos sin los árboles?

-¿Porqué los árboles? - preguntó Diana-
-Bueno....  yo creo que he elegido el árbol como icono de la naturaleza, quiero decir... las personas, por lo que sea tenemos la tendencia de buscar un ser superior a quien adorar, esto ha sucedido y sucede a lo largo de nuestra evolución, hay quien elige una religión, monoteísta o politeísta, y adora a sus iconos, yo creo que he optado por la religión que tiene como Dios a la Naturaleza y en ese sentido he elegido al árbol como su representante,  de  la misma manera que otras religiones han elegido como tal a Jesucristo o Mahoma , esa es una de las razones, otra podría ser que toda mi vida de una forma u otra ha estado ligada a algún árbol en particular, pero eso es otra historia

-¿Y el hecho de abrirlos?- Eran preguntas típicas  que ya me habían realizado en numerosas ocasiones, pero me veía en la obligación de contestarlas, pues Diana era la hija de mi mejor amiga, y además al ser joven comprendía perfectamente sus curiosidades-
-Para mi el árbol tiene dos expresiones, una como ser y otra como material, esta última es una característica  que nos amplia su significado, por otra parte, no sucede como en el género humano, que si nos abren todos somos iguales, quiero decir las mismas tripas e iguales colores,visto uno visto todos, en los árboles siempre es una sorpresa porque no sabes lo que te vas a encontrar y además sus visceras son infinitamente más bonitas y variadas que las nuestras
-Madera ¿no?
- Pero todas distintas, -como todos los árboles son distintos-, en el color, en la forma de las vetas....en su olor. Precisamente es el olor lo que primero percibo  al cortarlo , antes que cualquier otra característica  siempre son olores muy personales, quiero decir inconfundibles y poco parecidos unos con otros.










Surgió la posibilidad de realizar una exposición en el  Centro Comarcal de Humanidades Cardenal Gonzaga, aquí cerca, en La Cabrera. Resulta un centro peculiar o a mi así se me antoja, es una referencia cultural en la zona y un espacio ciertamente atractivo; un punto de reunión y de encuentro,para los habitantes de un buen puñado de pueblos que ocupan esta zona. Realiza numerosas actividades culturales de distinta índole, teatro, música,cine,artes plásticas,  danza, en definitiva  un lugar abierto a cualquier manifestación cultural sin más pretensiones que la de  acercarlas  a la población y siempre basándose en un criterio de calidad verdaderamente digno.




La convocatoria aparecía bajo el epígrafe de "Arte intruso" ; la idea era sacar la obra artística de la sala de exposiciones  y plantearla en el vestíbulo  El tema me parecía muy interesante, pues había un paralelismo que me invitaba a participar en ese proyecto. Quizás sea mi particular visión de como los humanos interaccionamos con la naturaleza, quiero decir, que me parece que habitualmente el mundo de las personas no se integra en la naturaleza, sino que adopta el papel de intruso, dejando su particular huella normalmente desatinada,  desde la pequeña  y volandera bolsa de plástico  hasta la cicatriz que forma una linea de alta tensión que divide un bosque. Esta idea de intrusión y este adjetivo poderoso -en el sentido de molesto-, fue lo que me llevo a plantear el invertir los protagonistas, ¿porqué no molestar un poco a los humanos?¿por qué no poner una pieza entre las mesas de la cafetería , de tal forma que pareciera que escuchara las conversaciones? de ahí el título de "intrusión invertida" para nombrar la propuesta, y ocupar el espacio humano con mis árboles transformados. Plantee de esta manera mi propósito a Rosa y a Sara, las responsables de Artes Plásticas del centro.
Ambas se miraron.
- La idea puede estar bien..... asintió Rosa.
-Y como lo harías?- pregunto Sara-
- En principio lo más molesto posible,- abrieron sus ojos y arquearon las cejas- quiero decir..... trataría de ocupar los espacios que habitualmente se encuentran  a disposición exclusiva de los humanos.
-Como qué.
-Como las zonas de transito, los lugares de espera, la barra del bar...todos aquellos lugares donde introducir un elemento nuevo sea un acto intrusivo y que moleste.
 Las dos sonrieron abiertamente, pero pasados unos segundos retomaron la lucidez, característica esta que les permitía estar en el lugar que estaban y realizar su trabajo de la forma lo menos esquizoide posible.
-Mmmm bueno, tendríamos que pensar bien esos lugares, ...porque claro, imagínate... -apuntó Sara -
- ¿Tú crees que cuando alguien tira latas, botellas,plasticos, escombros...piensa en los árboles? cuando los talan despiadadamente, o cuando los mutilan sin ninguna causa.con esa idea tan extraña de que así quedan más bonitos...
- Ya..., lo entendemos, pero la gente....
-Pienso, que si no les metemos las ramas por los ojos no van a terminar de verlos, mi deseo es ponerselos tan cerca, que no puedan obviarlos,
- Bueno, tu piensate las ubicaciones y lo vemos - repuso Rosa zanjando la situación-






En esta nueva salida me acompañaron cinco o seis piezas de las grandes y no se cuantas  de menor tamaño, nosotras iríamos en el camión con Ángel y el resto viajarían en furgoneta. No era lo mismo, de ninguna manera, viajar plácidamente solo, que  un poquito apretujado como iba a ser el caso. Ahí he de reconocer que Ángel sabia como hacerlo , rápido  esa era la cuestión, pero no porque tuviese prisa, sino porque le molestaba tener que andar dando vueltas y pensando cual seria la mejor posición para que las piezas no sufrieran daño, poco le importaba a él que a mi se me clavara un hierro en el costado, o que la bola de piedra de otra escultura penduleara alarmantemente durante el viaje, de tal forma que parecía que en cualquier momento iba a salir por los aires como el martillo de un lanzador, menos mal que el viaje resultó lo suficientemente breve para que no ocurriese nada.
Al llegar nos bajaron  dejándonos en la plazuela de entrada, agrupadas junto a unas escalerillas; la gente se paraba a contemplar la descarga, este era un de los momentos, que por lo que fuera,  llamaba mas la atención y más público agrupaba, la gente simplemente miraba , o más bien acompañaba con su mirada el proceso de la descarga; el objeto colgado desplazándose y  oscilando atraía como un imán  las miradas de los congregados.Poco a poco con la ayuda de varias personas nos fueron colocando estratégicamente, alrededor de la entrada y digo estratégicamente, porque nos movían una y otra vez, de un lado para otro, como si buscaran un lugar exacto para nuestro acomodo y a juzgar por lo que tardaban y por lo que dudaban debía de ser una tarea nada fácil o los acarreadores unos caprichosos, sea como fuere allí quedé plantado por un largo tiempo







Pensé la colocación de las piezas, pase varias mañanas contemplando el ir y venir de la gente, cual eran sus caminos habituales, las lineas que unían desde la entrada los distintos destinos, esas lineas que los humanos determinamos inconscientemente, y que dejamos marcadas con nuestro paso insistente por el mismo lugar.
Estaba claro, me interesaba ocupar el trayecto de entrada al Centro, bloquear la mesa de información, entorpecer el acceso a las escaleras y las puertas del auditorio  molestar a los usuarios de la cafetería colocando alguna pieza en la barra o junto a las mesas como si de  un convidado de piedra se tratase y con el resto formar un pequeño laberinto que por fuerza hiciera recapacitar sobre el uso del espacio y a ser posible que sobresaliera la imagen de que los árboles habían tomado el Centro.
La idea pareció buena, pero tan buena como incomoda, por ello comenzaron los regateos, 
Esta la podíamos correr un poco para allá  y aquella..., creo que mejor seria cambiarla, junto a la mesa de información seria conveniente dejar un poco más de espacio....en fin, lo que en un principio habría sido una toma de la Bastilla, quedo relegado a una manifestación de las que se celebran en estos días contra los recortes. Aun así, quedaba medianamente clara la idea principal de ejercer de intrusos.







 Como ya he comentado con anterioridad, una de las actividades que se realizaban en ese centro era el teatro, de todas las clases y variedades posibles, un apartado especial era el dedicado al público menudo, a los niños, de esta manera, en algunas épocas se generaba un continuo trasiego de enanillos que eran vomitados de un autobús escolar y que salían como gallinas despavoridas desperdigándose por la entrada del Centro ,hasta que eran reconducidos por algún profesor o profesora. Nos habían colocado cuidadosamente, para entorpecer el transito de la gente que acudía al centro- no entiendo muy bien esta historia de molestar- lo que significaba una absoluta delicia para los más pequeños, pues no podían resistirse a la tentación de acercarse y tocar las piezas,
- Cristian, !Cristian! !!!!Cristian, a la fila !!!! eso no se toca.
No saben muy bien los profes, la ilusión que nos hace que nos toquen
- Yenifer, !por Dios! !no vuelvas a tocar eso!
El tal Cristian y la tal Yenifer resultaban unos claros representantes del tipo de niños que acudían muchas mañanas al Centro; todos ellos rebosantes de espontaneidad , cargados de esa mirada traviesa,subversiva, retadora. De repente, cunado dos o tres rompían la fila, los demás como si siguieran al flautista de Hamelin seguían sus pasos y acababan por tocar fugazmente las piezas, como si se tratase de un "tu la llevas" para luego volver bajo la insistencia y los gritos de sus tutores a sus respectivas filas..
- ! A quien narices se le habrá ocurrido plantar estos trastos a la entrada! - gritaba un educador-
-! La bola!, el que toque la bola está castigado - apostilló una joven menuda, que a juzgar por su aspecto pertenecía a ese tipo de personas menudas, enérgicas, y de malas pulgas
La bola, efectivamente resultaba ser un peligro en potencia, era una esfera de piedra de unos 25 Kilos, que colgaba de unos cables de acero y servia para equilibras una escultura; los niños, al igual que se obsesionaban con trepar por mis escaleras, encontraban en la bola un especial atractivo, y en el momento que los adultos se descuidaban la emprendían con ella para hacerla bailar; afortunadamente siempre se encontraba cerca un mayor, para remendar la situación y para en un momento de ausencia de miradas hacer el lo mismo que el niño: bambolear la piedra.
De o que si estoy seguro es de que los profesores se acordaran toda su vida de esta exposición y a buen seguro que ellos si que han sentido lo del intrusismos.
Para mi era todo un placer contemplar estos juegos desde mi estático mundo y resultaba mucho mas gratificante la visita de los niños que la de los mayores. Una de las consecuencias que tuvo la visita de tanto crío fue la de adosarme a la base una gran chapa de hierro para mejorar mi estabilidad -o para que pudieran trepar con mayor seguridad los pequeños- , pues en más de una ocasión estuve a punto de caer al suelo llevándome por delante algún mocoso trepador . Mas tarde, en Leganés tendría la oportunidad de comprobar la eficacia de dicha plancha, ya que los escaladores no serian niños de corta edad, sino terribles adolescentes de ciudad. Pero eso será otra historia.



Al cabo de un tiempo volvió Ángel con el camión, y comenzó de nuevo otro traslado, los buenos y malos ratos tocaban a su fin, y ante la atenta mirada del distinguido público las esculturas iban desfilando una a una hacia la caja
Ángel comenzó a rodearme con una de sus hondas cuando alguien le llamo la atención:
- No, esa no
-Como que esa no, -repuso Ángel-
-No, me han dicho que se queda aquí
Por un momento quedé desconcertado,ciertamente ya me había acostumbrado a convivir con una gran familia a mi alrededor.
-Me ha dicho el escultor que dejemos "La casa del árbol" -volvió a repetir el conserje-.
- No, si capaz es de haberla vendido - dijo sonriente Ángel- si gustos, los hay para todo.
Retiro la honda que ya había preparado y me dedico complaciente una mirada dulce que me agrado; en el fondo quizás le empezara a gustar, digo yo, que igual el roce hace cariño.



Al final fue cierto, quedé solo ; bueno,,,,solo no, siempre se encontraba alguien a mi alrededor jugeteando con la mirada por los laberínticos recorridos que me envolvían y lo cierto, es que no sabia ni porqué ni para cuanto tiempo. Volvería a encontrarme como en Benicassím cambiando el sonido del mar por el del viento, el mar por la montaña,y un paisaje humano por otro muy diferente.De nuevo algo más había aprendido sobre los humanos






























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