No soy una persona muy dada a representaciones humanas en el terreno de la escultura, pero en cambio la simbología femenina sí se encuentra presente a lo largo de mi obra; será un Edipo mal curado, o herencia de mi padre, a quien le encantaban las mujeres, el caso es que el universo femenino me acompaña desde donde alcanza mi memoria. Teniendo en cuenta el punto de vista estético y representativo, me quedo sin lugar a dudas con el cuerpo de la mujer: la sensualidad de sus curvas, presentes en tantas y tantas partes de su cuerpo, desde las ondulaciones o los rizos del cabello, hasta las partes más íntimas, todo en ellas es suave, redondeado, amable, sugestivo, deseable, al menos así lo vivo yo. He aludido en anteriores ocasiones al carácter hedonista de la escultura como objeto generador de placeres sensoriales y, francamente, todavía no he llegado a conseguir una pieza que se acerque a las sensaciones que en mí puede despertar una mujer, aunque siempre sea una referencia a seguir; mirarlas, acariciarlas, oler su perfume corporal, oír su respiración, todo ello va mucho más allá del hecho sexual; los sentidos son un medio de relación tanto para comprender como para expresar nuestros sentimientos y éstos son los que posteriormente nos ayudan a formar un vínculo emocional.
Otro de los motivos que me atraen de las mujeres es la maternidad: esa capacidad que tienen de procrear y que nosotros, los hombres, no poseemos; en especial la relación intensa e íntima que mantienen con el ser vivo que habita en su interior. Es cierto que cada mujer vive el embarazo de una forma distinta, pero, por lo general, parecen sumergirse en una burbuja de felicidad, rodeándose de un halo de paz y tranquilidad envidiable a todas luces.
La materia es el elemento fundamental de la escultura y he optado por trabajar con materiales orgánicos por dos razones: primero porque me los ofrece el laboratorio en el que me siento integrado -la Naturaleza-, y segundo porque en ellos siempre queda reflejado el paso del tiempo. Por otra parte las manos son la más estimable herramienta del ser humano; al principio, configuraba la materia, es decir, le daba forma golpeándola, frotándola, puliéndola para acomodarla a una función, más tarde comenzó a metamorfosearla mediante procesos como la fundición, dando lugar no solo a la trasformación de la piedra en metal, sino también a mezclas y aleaciones; hoy en día el ser humano ha abandonado la Naturaleza, y es capaz de generar en sus laboratorios nuevos materiales con características peculiares y concretas, destinados a unos fines muy precisos, incluso ha ido mucho más lejos: ha creado la materia sin materia, esa cosa que llaman virtual y que no se puede percibir con los sentidos, salvo con la vista, pero que sin duda algún día también eso se conseguirá. Mi pretensión en esta pequeña serie de las manos es poner frente a frente estos conceptos, no sé si antagónicos: por un lado la mano fabricada por el hombre con un material sintético, por otro, la riqueza y variedad de materiales que nos ofrece la Naturaleza. Ala vista está y al juicio de los espectadores dejo las conclusiones .
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